La Masacre De Campesinos En Chihuio

Valdivia domingo 7 de octubre 1973

Desde el Regimiento Cazadores de la ciudad, que en esos tiempos era responsabilidad del Coronel Santiago Sinclair. Salieron camiones de militares con soldados, varios oficiales y tomaron rumbo a Futrono, zona campesina, humilde bajo pretexto de aniquilar la posible resistencia campesina del sector. Los dueños de los predios habían confeccionado un listado con nombres de los campesinos, que según ellos constituían un peligro en la zona, eran rebeldes, se habían alzado, no acataban las órdenes y no querían escucha a nadie…eran indios.
La lista de los supuestos campesinos alzados e insurrectos, fue confeccionada por el latifundista Américo González Torres, en cuya propiedad se albergaron los oficiales a cargo de esta caravana militar.
En el retén de carabineros de Futrono, había seis campesinos detenidos que fueron subidos a los camiones y con ellos la caravana militar siguió rumbo a Curriñe y Chabranco, en total fueron diecisiete detenidos. El trato al que fueron sometidos fue inhumano bestial empezó con violentos apaleos hasta sangrar, en algunos casos estando presentes sus propios familiares. En su mayoría eran de religión evangélica.
Lo accidentado del terreno de tierra y la lluvia, hizo que los camiones quedaran metidos en el barro, es por eso que la caravana tuvo que continuar su ruta a pie. Esos campesinos prisioneros ahora amarrados unos con otros, insultados siempre mientras la lluvia cae inclemente, comienzan a cantar obligados por los oficiales, Capitán Luís Osorio Garardazanic, tenientes Lautaro Ortega, Luís Rodríguez Rigo-Righy, Patricio Keller Oyarzún, Marcos Rodríguez Olivares. Los prisioneros solo conocían sus cantos evangélicos, esos donde con la fuerza de la fe se pide ayuda y mirando hacia los cielos.
Los oficiales ordenan que los campesinos sean amarrados de manos, para lo cual utilizan los alambres de colgar la ropa de la casa patronal de los González.
Los obligaron a correr, los oficiales dieron la orden, así como estaban descalzos, mojados y ya heridos, se caían y se volvían a levantar. Es entonces cuando el ruido de las balas va dejando un sembradío de muertos. Pero no todo terminó allí.
Un grupo de esos militares se lanzó contra los cuerpos semihundidos en el barro, algunos aún vivos y pedían clemencia, sangrantes aún, y comenzaron a cortarlos en trozos, desgarrándoles, cortándoles los dedos, golpeándolos con las culatas de sus fusiles, quebrándoles las extremidades, dejándolos con sus huesos al aire. La sangre se confundía con la lluvia que caí intensa.
Algunos familiares de esos campesinos asesinados, tuvo la valentía de ir a buscarlos a la mañana siguiente. Allí estaban convertidos en un cuadro de horror que representa de manera exacta, la mentalidad militar, el valor patrio, cometidos por los que se dicen guardianes del alma de la civilidad.
En 1978 llegaron al mismo lugar de nuevo los militares, esta vez con palas y picotas, encontraron el lugar con la ayuda del terrateniente Américo González Torres, y los desenterraron. Los testigos confirman que las osamentas fueron metidas en sacos y desaparecieron.
De los 18 campesinos solo 10 han sido identificados y sus restos entregados a su familia
  1. Carlos Acuna Inostroza
  2. Orlando Barriga Soto
  3. José Cortez Díaz
  4. Rubén Duran Zúñiga
  5. Luis Ferrada Sandoval
  6. Eliécer Freire Caamaño
  7. Narciso García Cancino
  8. Juan González Delgado
  9. Daniel Méndez Méndez
  10. Fernando Mora Gutiérrez
  11. Sebastián Mora Osses
  12. Segundo Pedreros Ferreira
  13. Rosendo Rebolledo
  14. Ricardo Ruiz Rodríguez
  15. Carlos Salinas Flores
  16. Manuel Sepúlveda Rebolledo
  17. Rubén Vargas Quezada
  18. Andrés Silva Silva

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