Eutanasia, un derecho por la vida

 HABLAR SOBRE LA EUTANASIA se ha convertido en un debate de moral, ética y hasta religioso para la mayoría de la sociedad; a días de que en la Cámara de Diputadas y Diputados se vote el Proyecto de Ley para legalizar la Eutanasia y paralelamente la Corte de Apelaciones de Santiago —por primera vez en su historia— ha declarado admisible un recurso de protección por una muerte digna. Este proyecto de ley es un acto de amor y bondad.

No estoy pidiendo suicidio asistido, estoy luchando por mi derecho a una muerte digna y, en eso, la postura moralista de algunos no tiene peso ni cabida.

¿Dónde quedaron los Derechos Humanos y el respeto hacia las decisiones individuales y soberana de cada persona?

También sé que muchos parlamentarios y providas —con su hipocresía— ya están hablando de lo inhumano de este proyecto de ley; sin embargo, creo que es suficiente con plantear, por un lado, la doble moral que existe en la absoluta condena a la muerte asistida y la eutanasia en recintos de salud públicos, y por el otro lado la aceptación —o al menos silencio cómplice— sobre la sedación paliativa que se lleva a cabo en clínicas privadas.

En la Constitución se habla claro del buen vivir. Pero, cuando no tengo ese derecho, cuando el buen vivir es imposible, ¿no tengo acaso entonces derecho a un buen morir?

En el artículo 19 número 1 de la Constitución del 1980 está el derecho a la vida y la integridad física y psíquica… yo les pregunto, ¿cómo puedo tener un buen vivir si mi deterioro avanza cada día de manera progresiva e irreversible?

Ojalá que la ciudanía entienda que cuando la medicina no tiene más alternativas para alguien, también es un derecho individual —humano y hasta piadoso— elegir el morir bien y dignamente.

Si le estoy pidiendo a este Estado Indolente su intervención en hacerme una eutanasia es porque quiero hacer todo de manera legal y según me lo conceden mis derechos. No estoy pidiendo un suicidio asistido, sino una eutanasia. ¡La diferencia es muy grande! En los derechos individuales están esos conceptos tan manoseados llamados Respeto y Dignidad, de los cuales muy pocos conocen su significado.

No se pueden imaginar lo estresante que es suplicar por eutanasia y no ser escuchada y, a la vez, demostrar que estoy completamente lúcida y que estoy exigiendo un derecho básico como lo es una muerte digna.

Yo no pedí estar enferma y aun así amo la vida. Amo tanto vivir, que es por eso por lo que también quiero morir digna y tranquila.

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