Ya perdí la cuenta de cuantas transfusiones de plasma llevo ya en estos últimos 3 años. Largas horas, para recibir 6 unidades, 2 a 4 veces por semana. Pocos podrían dimensionar el amor y odio que siento por ese líquido color anaranjado, viscoso y mal oliente sin el cual ya no podría sobrevivir.
Mis últimas semanas, las he pasado incoagulable y con sangrado en la orina y recto, además de vómitos con sangre.
Nadie -que no lo haya vivido en carne propia- puede imaginar la sensación de desgarro interior que siento en cada sangrado, donde lo único que uno pide, es dejar de sangrar y que te den el derecho a eutanasia...El derecho a tener esa muerte digna y piadosa que tanto suplico, que tanto añoro.
En ocasiones, me cuestiono cuál será mi pecado ¿qué hice para merecer tanto sufrimiento y dolor?.
Me pregunto si la justicia entenderá mis razones, si será capaz de empatizar con mi sufrimiento y me concederá al fin mi derecho a una muerte digna.
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